El pasado mes de septiembre nos dejaban para siempre tres nombres importantes -cada uno a su manera- de la historia del fútbol. Me refiero a Fernando Riera, José Torres y Eduardo Manchón.
En primer lugar el chileno Fernando Riera. En España este nombre puede no sonar demasiado hoy día, sin embargo más de algún viejo aficionado le recordará porque Riera entrenó en un momento determinado al Español de Barcelona y Deportivo de la Coruña. Fue uno de los pioneros de la táctica del fuera de juego. Marcó un antes y un después en su país como preparador y técnico -también fue un destacado jugador aunque de menor relevancia que en esta otra faceta-. Tras un meticuloso plan llevó a Chile al tercer puesto en el Mundial que dicho país organizó en 1962. Después se hizo cargo del Benfica bicampeón de Europa y aunque no volvió a sacarle campeón de dicho torneo continental se le recuerda como uno de los mejores entrenadores que tuvo el club.
En 1963 tuvo el honor de sentarse en el banquillo del viejo Wembley dirigiendo a la Selección Resto del Mundo frenta a Inglaterra en el encuentro conmemorativo del Centenario de la Federación Inglesa de Fútbol.
José Torres, fue un atacante del Benfica -sería entrenado por el citado Riera- de la gran época del equipo lisboeta -años 60-. Bicampeón de Europa -aunque no jugaría en ninguna de las finales conquistadas- y otras tres subcampeón -se alinearía en las tres finales- sería el complemento ideal de Eusebio en ataque. Buen rematador de cabeza gracias a su altura -1,92-, con buen dominio de balón a pesar de ésta y eficaz goleador. Jugaría también el Mundial'66 con Portugal donde conseguiría el tercer puesto. Con el tiempo llegaría a seleccionador de su país acudiendo a México'86.
Y por último Eduardo Manchón, extremo izquierdo del Barcelona de las Cinco Copas en 1951-52. Integrante de una de las delanteras históricas por derecho propio del Barcelona en particular y del fútbol español en general: Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón. Uno de los extremos más renombrados del club blaugrana en su historia tenía que ser indiscutiblemente recordado aquí.
Fueron protagonistas en su momento. Ahora por ley de vida ya no están. Los tres se merecían este recuerdo. Hasta siempre.