Ronaldo. La sola mención del nombre por el que era conocido futbolísticamente basta para provocar admiración y pavor a partes iguales. Lo primero entre sus muchos seguidores. Lo segundo entre los rivales que intentaron pararlo.
Ronaldo Luis Nazario de Lima es su nombre completo. Hace dos días anunciaba su retirada definitiva del mundo de balompié. Abatido por las lesiones, con problemas de peso -ahora se ha conocido oficialmente su hipotiroidismo- y con treinta y cuatros años a sus espaldas ya no le era posible rendir igual que años atrás.
En su mejor momento de forma fue comparado con los más grandes futbolistas de la historia. Tal era su capacidad de desequilibrar encuentros. Con una velocidad y potencia difícilmente comparables -Jorge Valdano dijo de él: "No es un hombre, es una manada"-, su verticalidad y determinación para buscar el marco contrario sólo podían ser frenadas antideportivamente.
Sin ser un delantero centro al uso -arrancaba desde posiciones muy retrasadas- su meticulosidad de disparo y su instinto le comparaban con los mejores especialistas del gol. Máximo goleador en la historia de las Copas del Mundo -Campeón en Estados Unidos'94 y en Corea y Japón'02- y segundo de la selección de Brasil después del mítico Pelé. Sería, sin embargo, casi imposible enumerar aquí sus distinciones individuales.
Cruzeiro, PSV Eindhoven, Barcelona, Inter de Milán, Real Madrid, Milán y Corinthians le tuvieron en sus filas.
Adiós Ronaldo. ¡Hasta siempre y gracias!
Adiós Ronaldo. ¡Hasta siempre y gracias!